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Un mensaje de responsabilidad social por parte de Monjita la Puta

  • Monjita la Puta
  • 1 mar 2016
  • 2 Min. de lectura

Yo soy una monja normal, buena gente y responsable. Monseñor Hipocritón podría tacharme de cansona. La señora que viene a hacer el servicio al convento (un servicio más importante que el de nosotros, que ni aseo le hacemos al alma), podría tacharme de díscola, o de grilla incluso. Sin embargo, yo soy normal, buena gente y responsable; básicamente. No tengo pechos grandes, pero eso sí: tengo un derriere que podría llevarse la medalla de oro en una competencia de traseros. Y ese mismo derriere lo llevo al transporte público, que tanto uso cuando salgo a pagar lo que las otras monjas (o “Monchi”, como llamo a Monseñor Hipocritón) no quieren pagar.

De esta pequeña descripción de mi persona y de uno de mis hábitos, sale mi inspiración para este mensaje de responsabilidad social que espero transmitir a todos mis compañeros colombianos, los que usan el transporte público y los que no.

Les ruego con todo mi cariño, mi ternura y mi piedad que, por favor, cuando estén reposando su nalga en el asiento del pasillo de los buses o busetas y alguien desee sentarse a su lado en el asiento de la ventanilla, SE PAREN DE LA HIJUEPUTA SILLA EN VEZ DE SIMPLEMENTE CORRERSE, Y DEN PERMISO COMO CORRESPONDE.

Perdonen ustedes, he perdido la compostura que con tanta misericordia Dios me regaló. No obstante, espero que me entiendan. Me resulta increíble creer que en el país de la pureza sexual y de las mentes que pusieron a Ordoñez como Procurador, las gentes casi que con morbo deseen que el trasero de otro sea restregado en sus caras mientras ese otro busca con dificultad encontrar una posición adecuada en el infierno que representa el transporte público.

El colombiano promedio no habla sobre sexo ni abraza su excitado león interior, y si lo hace, lo hace de una manera grotesca o nada sabionda (solo saben una postura sexual, y es el Misionero). No se me enojen, dije que el colombiano promedio era así. Y ese es el mismo colombiano promedio que le mira el trasero hasta a una monja joven cuando ella lleva el morral negro que dan en los conventos y busca con desespero una silla en el Coonatra. O cualquier otra ruta.

La segunda parte de este mensaje de responsabilidad social es esa: Vivan el sexo como debe ser, muchachones. Admiren todo lo que sea recubierto por piel, y tóquense. No hablen mal de lo que todos sabemos que disfrutan, y no se conviertan en Monchi, que se toca cuando ve el programa de la Madre Angélica de EWTN al tiempo que se echa cruces cuando le mencionan la palabra “clítoris”.

Y eso sí, reitero con profunda ansiedad: así como se paran en la cama, párense de la silla y dejen pasar a la monjita normal, buena gente, responsable, y de trasero grande… Y a todos los demás.

*Imagen tomada de: www.las2orillas.com


 
 
 

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