En el infierno
- Ramiro Restrepo
- 3 jun 2015
- 5 Min. de lectura

Recuerdo que después de deambular por la ciudad visitando museos y teatros, llegué exhausto a casa. Me senté en el sofá e inmediatamente comencé a viajar en un agujero de gusano. Lo supe porque el día anterior estuve leyendo sobre viajes inter universos y encontré las distintas hipótesis sobre ellos hechas por los físicos que planteaban la posibilidad de acortar distancias inter e intra- universos viajando en dichos agujeros .Me encontré, pues, con que el viaje se me disminuyó en varios años luz. Llegué a un lugar apacible, iluminado por muchas estrellas, lagos de bello color azul, montañas de intenso verde esmeralda, bosque de frondosos árboles; y me saludó una estela de humo, un espíritu, según imaginé.
- ¿Quién eres? - pregunté.
- Soy el Diablo - me contestó.
- ¿Y estás en el infierno?
- Claro - me respondió.
- ¿Luego estaba equivocado Dante cuando describió el infierno como nueve círculos tenebrosos, en los que se habitaba según los pecados cometidos?, porque esto más bien parece un paraíso.
- Sí, Dante describió el pensamiento de la Edad Media, pero era su imaginación y no una geografía real-sostuvo el Maligno.
- Me doy cuenta, además, de que tú eres un simple halo de humo. También la iconografía estaba equivocada.
- En efecto, no se dieron cuenta que me consideraban solo un espíritu que encarnaba el Mal y me describieron como un monstruo para crear miedo. ¿Cómo se podría creer en mí si no era corpóreamente terrorífico?
- Te pintaron muy horrible: negro, mugriento, hediondo, de nariz chata, extraordinariamente aguileña; de boca abierta y labios rajados; ojos hundidos y chispeantes; manos y pies ganchudos; manos y muslos delgados y peludos; y piernas de burro o cabra, con cachos y con cola. O como el macho cabrío. O como monstruo volador ("Todo espíritu tiene alas", dijo Tertuliano). O como de pequeña estatura, cuello delgado, rostro demacrado, ojos negrísimos, frente arrugada y fruncida; nariz en punta; boca saliente y labios hinchados; orejas picudas y peludas; pelo hirsuto, dientes caninos, cráneo en forma de pera, vientre inflado, joroba en la espalda. Fuiste la delicia de pintores y escritores.
- Aunque Goethe fue un poco benigno conmigo: me describió con ropas fastuosas dignas de la nobleza, con mente fría, racional y con un alto nivel de lógica para atraer mentalmente a las personas, y hacer que siguieran mis designios. Es decir, Mefistófeles como la representación más refinada del Mal.
- Desde luego, pero no olvides que tú empezaste a quedar mal en “Fausto” como consecuencia de la pérdida de fe dada por un pensamiento más práctico producto de la revolución científica e industrial. Si se perdía la fe en Dios, también se perdía en ti.
- Pero era un optimismo goethiano sin fundamento: a los comunes les importa más la religión que la ciencia, de tal manera que ni Dios ni yo estamos en peligro. Fíjate no más hoy, tanto avance científico y las religiones en auge, cualquier charlatán funda una iglesia y esquilma sus ovejas-se rió el sinvergüenza.
- Me inquieta otra cosa: te veo muy solo, no veo habitantes en el infierno. ¿Te ganó Dios la partida? Estás derrotado, y como deprimido - le espeté.
Me miró de soslayo y me contestó:
- Parece que en principio Dios me derrotó, porque Él se gana las almas con el arrepentimiento, con la confesión, y supuestamente me arrebata muchas. Yo animo al Mal y lo causo según las escrituras, pero el garfio no me sirve para nada porque no existe nada corpóreo que se adhiera a él; así que aunque sea astuto, estoy en desventaja. Pero resulta que las almas realmente no existen. El cielo está tan vacío como el infierno. Dios no ha ganado ninguna partida. Si el Mal existe en la tierra, y no hay duda de ello, el castigo debe hacerse allí, y no en el infierno como te estás dando cuenta. Si la justicia humana no opera, "perded toda esperanza" como dijo Dante, aunque él lo dijo para el infierno. Si hay impunidad en la tierra, el Mal queda sin castigo, no existe otro sitio para expiarlo.
- Es decir que tú aceptas tu inutilidad y debes saber que eres inexistente, porque según Ez. 28, 12-19, “… Por la multitud de tus culpas, por la inmoralidad de tu comercio, has profanado tus santuarios. Y yo he sacado de ti mismo el fuego que te ha devorado; te he reducido a ceniza sobre la tierra, a los ojos de todos los que te miraban. Todos los pueblos que te conocían están pasmados por ti. Eres un objeto de espanto, y has desaparecido para siempre” - le dije, sonriendo.
Sin embargo – continué - en la tierra siguen creyendo en ti. ¿Sigues siendo o creyéndote el príncipe que induce al pecado?
- No tengo otra opción, - me señaló. Y continuó - yo soy real porque recuerda que un tal Goebbels, excelso representante de la maldad, fue muy claro cuando sentenció que “una mentira cien veces dicha se convierte en verdad”. Ustedes tienen un tal Uribe que hace lo mismo; miente, y demasiada gente cree en él. El imaginario colectivo es muy poderoso, recuérdalo. Manipular las masas es muy fácil, la historia es ducha en demostrarlo y no quiero aburrirte citando ejemplos.
-Tú sabes que no existes, me das por sentado eso, - le advertí -luego me pareces un idiota útil, ¿qué ganas tú con eso?
- Me divierto con la ingenuidad de la humanidad. ¿No te parece chistoso el asunto?
-Aceptemos la cuestión - le dije.- Hablemos, entonces, de los pecados que son cometidos por tu seducción:
- El primero, la Lujuria. ¿Es malo gozar del sexo?
- No, claro que no. Es cuestión natural en los cuerpos.
- El segundo, la Gula. La misma pregunta.
- Es mala en cuanto no favorece la salud corporal, pero no para ganarse el infierno.
- El tercero. ¿Ira?
- Sabemos que es mala consejera y puede causar daño al prójimo. Pero ya te dije que es la justicia humana la que debe actuar.
- El cuarto, ¿la Pereza?
-No merece el infierno, el perezoso obtiene su propio castigo si no trabaja y puede aguantar hambre. Además, un poco de pereza de vez en cuando sirve para descansar. ¿Para qué tanto escándalo, entonces?
- El quinto, ¿herejía?
- Dios mismo generó el libre albedrío, ¿por qué castigar, entonces?
- El sexto, ¿suicidio?
-Bueno, el hombre decide sobre su vida. Yo ya estoy muy viejo y “más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Así que hoy pienso que el suicidio no es pecado, pero tú sabes que la ortodoxia es terca.
- El séptimo, ¿sodomía?
- El goce del cuerpo no debe ser estigmatizado. Sólo que en tu Iglesia, para hacer predominante el dominio del hombre sobre la mujer, no se acepta sino la posición del “misionero”. El sexo no es para el goce, sino para procrear. No veo el pecado.
Le hablé de los pecados modernos:
- El primero, ¿manipulación genética?
-Puede ser utilizada en beneficio de la humanidad, mientras sea manejada con ética biológica, no entiendo el problema.
- El segundo, ¿contaminación del medio ambiente?
- Hay que condenarla, pero otra vez vuelvo a tu justicia.
- El tercero, ¿causar pobreza?
- Va contra la justicia humana. El Estado puede castigarla.
Me quedé perplejo con un diablo tan progresista y pensé que tanta dicha no era posible. Me desperté, estaba en estado catatónico.
*Imagen tomada de: cdn.20minutos.es - Salvador Dalí
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