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Sobre el maestro Jaime Jaramillo Escobar

  • Verano Brisas
  • 25 may 2015
  • 2 Min. de lectura

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Cuando ya no estemos ni quede de nosotros el menor rastro sobre esta tierra que una vez pisamos, en palabra, acción o pensamiento, y nadie sospeche que alguien vivió aquí con nuestro nombre, entraremos, ahí sí, en lo que hemos decidido llamar “la inmortalidad”… porque la inmortalidad es el olvido.

Pero hay seres que por su vida y obra merecen ser exaltados y, posteriormente, recordados. Es el caso del inocultable poeta Jaime Jaramillo Escobar, identificado también con el seudónimo de X-504. Hombre de limpia trayectoria desde cualquier ángulo que se le mire, cofundador del movimiento intelectual más importante que tuvo Colombia durante el siglo XX, y que tal vez tenga en el XXI. Mente brillante, incansable, noble y generosa; personalidad discreta, que ha proyectado con su ejemplo la luz del conocimiento, la sensibilidad, la vocación, la disciplina y el talento sobre varias generaciones de jóvenes y adultos que hoy, gracias a él, tenemos una visión del mundo más rica en experiencias y creatividad.

Extendernos sobre su trayectoria es tarea innecesaria, ya que su prestigio crece y es reconocido cada día, a nivel nacional e internacional. Pero no debe silenciarse bajo ningún pretexto la ingente labor desarrollada en el transcurso de 30 años ininterrumpidos, como coordinador y orientador del Taller de Poesía y Creación Literaria en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. Tampoco sus libros de poesía (varios de ellos laureados), cuentos, ensayos, compilaciones, reseñas en importantes revistas, tales como el Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República, y tantos otros trabajos de primerísima calidad, que debido a su número son de difícil registro en estas líneas.

Por lo anterior y muchos otros motivos de dominio público, en su vida y en su obra, Jaime Jaramillo Escobar merece desde hace tiempo un escaño más relevante en el panorama de las letras nacionales, al lado de José Asunción Silva, León de Greiff, Porfirio Barba Jacob y Álvaro Mutis, por nombrar solo unos cuantos que son orgullo y faro de esta sociedad descuadernada y violenta. Pienso que alguna Universidad prestigiosa es la llamada a hacer justicia en este caso, otorgándole, por lo menos, un honoris causa, como reconocimiento a su talento y a su labor cultural.

El maestro ha cumplido 83 años y no existe excusa válida para negar o postergar indefinidamente este homenaje a una de las joyas que aún nos quedan. Y aunque se dijo al principio que “la inmortalidad es el olvido”, no le neguemos al poeta la constancia de nuestra admiración y aprecio mientras estemos vivos.

*Imagen tomada de: www.jaimejaramilloescobar.co


 
 
 

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