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La muerte violenta ¿miedo o desafío?

  • Yeimy Tamayo
  • 14 may 2015
  • 5 Min. de lectura

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Existe un prejuicio social en el que se tiende a desdeñar todo aquello que va en contra de la valentía, tanto así que constantemente se crean desafíos, deportes y actividades en las que se pone a prueba el coraje y la temeridad de quienes se atreven a enfrentarlos. Hoy, más que en cualquier época, pareciese que el ser humano apuntalara a crear una visión de sí mismo, en la que más que hombres somos superhombres, capaces de enfrentar cualquier cantidad de obstáculos, poseedores de una fuerza inquebrantable y dignos adversarios de la temeridad, siendo ésta última una de las mayores debilidades de ese héroe que se pretende desarrollar. Es muy común, por ejemplo, que se critique una actitud en la que se demuestra miedo, con el mal utilizado calificativo de niña, para demostrar que su ser es contrario, y está por debajo del imaginario de ese héroe, en cuyo ser no tiene cabida el miedo.

Cabe cuestionarnos, entonces, por la razón de ser del miedo y si éste ha sido el gran obstáculo para que el hombre se realice completamente. Bajo los supuestos antes señalados, la respuesta debería ser, a todas luces, afirmativa; pero vista desde la teoría de la evolución, la existencia del miedo es una de las condiciones de posibilidad para que hoy la raza humana exista, dado que, como bien lo afirma el precursor de dicha teoría, la raza que sobrevive es la raza que mejor se adapta al cambio; y para adaptarse al cambio hay que subsistir ante muchos sucesos y especies que le juegan en contra, a las cuales no puede atacar, sino que de ellas se debe proteger. Si el ser humano hubiese enfrentado todo lo que había a su alrededor, sin sentir miedo alguno, nuestra especie se habría extinguido hace millones de años.

Ahora bien, el miedo no es algo que se desarrolla en el ser humano de forma artificial. De hecho nos es esencial, pertenece a nuestra naturaleza; tanto así que uno de los más importantes filósofos de la modernidad, Thomas Hobbes, señala que el ser humano posee en su ser un gran miedo, y es ese el miedo a una muerte violenta, condición sine qua non el hombre accede a renunciar voluntariamente a su libertad, de la que goza en el estado de naturaleza, para obtener el beneficio de la protección de su vida en el estado civil, la mayor garantía que se ofrece dentro de la teoría contractualista. Visto hasta el momento, el miedo, más que un impedimento en el desarrollo de la especie, ha posibilitado su evolución y el de la sociedad civil.

Sin embargo, más allá de analizar el papel que el miedo ha jugado en nuestro proceso evolutivo, tanto como especie como en el plano social, quiero centrarme en esa postura hobbesiana del miedo a la muerte que, a pesar de que parece tan obvia y tan fácil de entender, puede ser debatida desde diversos acontecimientos, en los que se demuestra que la prioridad del ser humano no es escapar de una muerte violenta.

Si lo miramos desde una perspectiva histórica, el ser humano no ha tenido grandes limitaciones a la hora de minimizar el sufrimiento en la muerte del otro; más bien los libros de historia nos muestran una cruda realidad donde nos matamos unos a otros en guerras, donde muchísimos pueblos han padecido genocidios y donde la maldad ha tomado forma en armas y ataques, no solo a los participantes de las guerras, sino también a los civiles. El Derecho Internacional Humanitario es la gran muestra de que nuestros actos traspasan las barreras de lo racional. Pero eso no significa necesariamente que las personas que participan de las guerras no tengan miedo; seguramente la amenaza a sus vidas les hace sentir pánico, pero están obligados, bien sea porque su estructura social así lo indica o por una convicción personal, a hacer parte de ellas, como nos lo muestran diversas narraciones de la Primera Guerra Mundial, donde los soldados, escondidos en sus trincheras, no solo no comprenden el porqué de la guerra que están peleando, sino que también se sienten aterrados, al presentir que sus vidas pueden acabar en ese lugar.

No sé si sea todo lo que ha pasado a lo largo de la historia, o sean problemas que nuestra cultura ha desarrollado en la contemporaneidad. Lo que sí sé es que hoy estamos presenciando una sociedad abatida por grandes males espirituales y emocionales, donde queramos o no queramos, y ante mínimas peculiaridades, el miedo ha perdido su valor salva-protector de la vida. Los hechos hoy más que nunca nos demuestran que el postulado hobbesiano del natural miedo a la muerte violenta está en vilo, pues no solo es más común que las personas acudan al suicidio, sino que también se acude a medios violentos para acabar con la propia vida; como por ejemplo pasó con el copiloto alemán del vuelo Germanwings, quien estrelló el avión en el que no solo acabó con su vida, sino con la de otras 150 personas. No creo que el miedo a la muerte violenta haya rodeado el pensamiento de este hombre mientras el avión caía, y tampoco creo que sea legítimo el acabar con otras vidas en el propio deseo de muerte. Cuestiono, por tanto, no únicamente la existencia del miedo en ese acto, sino también la inconsciencia frente a la decisión de acabar con otras vidas, por dar término a la propia. No considero que alguien tenga la potestad de hacer eso.

Entre muchos otros casos, en los que más que evitar la muerte violenta se busca, como encontramos en nuestra ciudad, algo que ya pareciese ser tendencia, y son las personas que, sin pensar en el dolor o el sufrimiento que se pueda sentir, se tiran al Metro. Más allá de la conmoción social y todos los estragos que se forman en la movilidad de Medellín, que en los últimos meses ha estado peor que nunca, es el poco temor de dolor ante el acto o sus consecuencias; por ejemplo, la chica que el 10 de abril se tira al Metro en la estación Envigado, y que es sacada con vida de los rieles de éste. Me pregunto, entonces, si es mayor la fuerza que los impulsa a la muerte, o el pensar en el dolor que se pueden causar antes de morir; o si en nosotros ese temor esencial está desapareciendo y ya no vemos la muerte violenta con los mismos ojos de pánico. Si es así, si no vamos a estar en peligro, dado que uno de las características humanas que nos ha permitido sobrevivir en el desarrollo de la evolución es el miedo, hoy ese postulado de Hobbes queda en entredicho, porque junto con los casos mostrados existen muchos otros. Sería importante que leyéramos, de forma individual y social, si ese miedo desapareció o evolucionó en otras formas; y cómo su ausencia o desarrollo nos podría afectar o beneficiar en el tiempo.

*Imagen tomada de: www.enotes.com


 
 
 

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