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La crisis del Derecho

  • Sebastián Zapata
  • 6 may 2015
  • 2 Min. de lectura

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Los abogados son pragmáticos. Las escuelas de derecho son sumideros; grandes, llenos de contenido y profundos, pero sumideros al final.

El estudiante de derecho es el más aturdido de todos. Las terribles jerarquías que se forman en el seno de su carrera lo confunden profundamente y tiende a aceptar la visión del mundo que le presentan sus infalibles docentes. A estos profesionales de la educación los rodea un aura mística, son seres que alcanzaron el ideal de jurista, dedicados a impartir la verdad inamovible que sus aún más venerables predecesores les transmitieron.

Cualquiera que revise mi anterior perorata pensará que la misma es desmedida e ingenua, pero recapacitará al analizar lo siguiente.

Los hombres venerables (porque son hombres, no mujeres) de la jurisprudencia son específicos. La crisis de la enseñanza del derecho es estructural, los cursos presentados por los anteriores son los dogmáticos, los ‘importantes’. En ellos la carga teórica obnubila al abogado en formación e incapacita su pensamiento crítico, llegando si mucho a propuestas previas que el estudiante elige como si la enseñanza fuera toda una imagen de una evaluación de selección múltiple. Los demás cursos hacen las veces de ‘relleno’, no tienen mucho peso en el pensum y los docentes que los presentan son rezagados, pero su papel trasciende el deseo de sus superiores.

Los ‘rellenos’ son los que invitan al verdadero pensamiento crítico y transportan al abogado a un mundo más real, fuera de la teoría, que cualquiera puede adquirir. Es necesario recordar que el abogado no es una máquina que resuelve casos; es el eslabón que humaniza las normas, que interpreta y descubre realidades que se escapan a la aplicación cruda de la ley. Un sistema de razonamientos lógicos es terreno infértil para analizar el derecho; este es un concepto otorgado a un fenómeno social que se escapa de cuanto silogismo encuentren los racionalistas para describir algo que carece, de entrada, de una estructura formal donde S es P.

Las facultades de derecho deberían incentivar el compromiso social de sus estudiantes y su compenetración con la sociedad, no estar lanzando técnicos totalmente desconectados del mundo que los rodea, porque de esa manera es como se perpetúa la imagen de ladrones y arribistas de los abogados, que no se aleja mucho de la realidad.


 
 
 

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